Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

viernes, 11 de marzo de 2011

Viernes de lluvia.

   El día, mejor dicho, la tarde, se presta al recogimiento. No huele a marzo, aunque el calendario señale el 11-M, recordatorio de una macabra fecha. Un viernes lluvioso y gris, con pocas esperanzas de romper el escudo de nubes en las próximas horas.
   Rebusco entre mis archivos, y encuentro algunas fotos que me hacen sonreír, por los momentos que evocan.


                       De mis padres, cuando eran novios, jóvenes y con futuro.


En La Antilla, mi adorado refugio espiritual, embadurnada de arena blanca y caricias de sol.


   Pasando el rato con mi amiga Nati, compartiendo con ella alegrías, proyectos, ilusiones, tiempo solo para nosotras.



   Con mis hermanos, en celebraciones que son punto de encuentro entre pasado y presente.



   Con Mane, con el que llevo compartiendo mi vida cerca de cuatro décadas, con sus luces y sus sombras, la única persona elegida personalmente por mí entre toda la población mundial, que tanto me hace reír y con el que deseo pasar el resto de mis días.




    De mis hijos, que han pincelado en mi cutis las arrugas que delatan tantos sacrificios y la madurez que me han proporcionado con su sola presencia en el centro de todos mis planes.

   Este poema va por vosotros, que llenáis de flores, y a veces de guijarros, el camino que recorro cada día.


                      
                       Déjame que te escriba un poema.


Déjame que te añore, padre,
cada vez que festejamos
y tu silla está vacía,
 cada vez que celebramos
y tu armónica está muda.

Déjame que te evoque, madre,
cada vez que saco fuerzas
para cargar sobre mi espalda el peso
de mis pesares, con la voluntad de hierro
que siempre me has inculcado.

Déjame que te invente, hermano,
para borrar los rencores,
 para filtrar los recuerdos
y renacer al abrigo de la sangre.

Déjame que te cuente, amigo,
que aún conservo el calor de tu abrazo
en mi piel, desde aquel día aciago que el mundo
se derrumbaba a mi alrededor,
y me herían los escombros.

Déjame que te adore, mi niño,
desde  aquella fría madrugada que te acompañé
en aquel azaroso viaje,
 ligero tú de equipaje,
y lloramos de emoción al cruzar
por vez primera nuestras miradas.

Déjame que te sueñe, amor mío,
en un sueño de pasiones y caricias,
de caminos emprendidos,
de conquistas y batallas,
de horizontes compartidos.

Déjame que te escriba un poema,
      que mi vida sin ti,
               o sin ti,
                        o sin ti,
                                 no tendría ningún sentido.


              ¡Feliz fin de semana!

No hay comentarios:

Publicar un comentario