Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

jueves, 2 de junio de 2011

El club de los poetas muertos







   Hoy quiero tener un recuerdo especial para un hombre sensible, que nos ha dejado para ingresar en el selecto club de los poetas muertos. Allí podrá leer sus versos a las golondrinas de Bécquer, escuchar los veinte poemas de amor y la canción desesperada de Neruda, saborear el acento castúo del sonoro Chamizo y acariciar el lomo del Platero de Juan Ramón Jiménez.

   Se trata de Celso Rodríguez Pérez, catedrático de Lengua y Literatura del IES “Reino Aftasí”. Coincidí con él el año pasado en un recital poético musical en torno a la figura de Miguel Hernández. La Concejalía de Cultura invitó a los autores de las obras seleccionadas para “El Vuelo de la Palabra” a participar en el evento, poniendo voz a los poemas del desaparecido Hernández. No tuve ocasión de conocerle a fondo, pero me pareció una persona interesante.

   A modo de homenaje, dejo en este rincón de mi blog sus sentimientos, a través de su poesía “Encuentro”. 

   Descanse en paz. 


                     ENCUENTRO


Llegas
desde la hondura germinal de tu nombre
nuevamente pronunciado,
con la insistente vibración de mar abierto
que reclama orillas,
a través de los inhóspitos espacios de la duda,
donde la extrañeza de los labios intenta
la medida de tu aliento.
En inmaterial descenso
por la deriva imprecisa de las horas,
mientras la luz disuelve su precaria urdimbre
bajo los aleros inasibles del ocaso.
Llegas.
Y  el instante, sometido,
estrecha su perfil de fuga,
deviene en grávida quietud sin tránsito,
en circular latido que concreta
la amplitud de tu presencia.
Y  la carne recupera su certeza primitiva,
largo tiempo desterrada
tras el opaco discurso de noches anónimas,
de herrumbrosos gestos cotidianos.
Húmeda de gozo, remansa su premura
en el lustral sosiego de los ámbitos restituidos,
cuando llegas,
caudal, precisa,
exenta ya de lejanía,
y entregas a mis manos consumada
tu identidad definitiva.



                                                      Muases.

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