Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

jueves, 2 de febrero de 2012

Se hace camino al andar


     Aborrezco a las personas que hablan con pedantería y suficiencia, y me fascinan las que se expresan con sencillez y sabiduría, con humildad y convicción. Sería fantástico disponer de una capa de invisibilidad que me permitiera colarme en el meollo de una reunión de talentosos pensadores y escritores. Me cuidaría escrupulosamente de no inmiscuirme en sus trascendentales asuntos, y permanecería muda e inmóvil en los arrabales de sus disensiones dialécticas, a cambio de una exigua porción de su talento literario. 




     Quiero aprenderlo todo sobre este noble y digno oficio, y mi actitud es la de una esponja: absorber todo lo aprovechable para mejorar mi precaria técnica.
     Me colmaría de satisfacción y me haría inmensamente feliz escribir una historia aceptablemente correcta en la forma e interesante en su contenido, esquivando con maestría estilos folletinescos y bodrios indigeribles e insustanciales. 


     Dijo Machado que “se hace camino al andar”, y en ello ando.


     Detrás de un reconocido talento se esconde, sin lugar a dudas, un indiscutible trabajo de fondo. Las aptitudes deben acompañarse de una voluntad de hierro y sostenerlas con una constancia perseverante. El trabajo sistemático, el esfuerzo, el sacrificio y la búsqueda de la perfección son las claves del progreso que rara vez disfrutan indolentes o pusilánimes. Y yo no tengo carnet en ese club.


     En la tribu literaria a la que me gustaría pertenecer aflora, en más ocasiones de las deseadas, un instinto tribal de destrucción del probable contrincante, que enrarece el ambiente y ensombrece el brillo de las palabras. Yo reniego de esos rituales bélicos, me conformo con asumir el papel de mera espectadora a cambio de aprender el lenguaje que entre líderes intercambian.
     Afortunadamente, la envidia no forma parte de mi listado de sentimientos negativos. Y tampoco pienso arredrarme ante los prepotentes que opinan con malentendido orgullo que “crecen los nuevos narradores como una excrecencia de la literatura a la velocidad de una progresión geométrica”, para seguidamente afirmar que no hay nada como la levitación del ego.


     Por si acaso, yo ya me he apuntado a una academia de pilotos de alfombras voladoras, para levitar sobre seguro. Desde las nubes se accede a una inmejorable perspectiva aérea, dónde va a parar.



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