Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

lunes, 2 de abril de 2012

Lunes





     Esta mañana, después de dar buena cuenta del desayuno (café con leche, pan integral tostado con miel y canela), sentada en la terraza, he leído el último capítulo de la novela que compré para mi hijo Lu, por imperativo de la clase de Lengua y Literatura. Entretenida, con bastante fantasía, pasajes que me han arrancado una carcajada, y en suma, no está mal para pasar el rato.


     Terminando las últimas líneas comenzó a chispear, pero ahí se quedó la cosa, aunque el cielo amenazaba con descargar a pierna suelta.


     El sol asomó el flequillo, y ha estado entrando y saliendo toda la mañana. Decidí dar un paseo por la playa.


     Me vestí con un vaquero de rutina, una camiseta de astenia primaveral y un chubasquero de melancolía, por el que ha resbalado el sutil llanto de un cielo plomizo. Y me eché a la calle, a enfrentar mi tristeza con el mundo, sin un mal paraguas con que proteger esta inexplicable desazón.
     A la vuelta compré coquinas en el mercado. Cuando las cocino, Mane se chupa literalmente los dedos. También atún y fresones.  

     Y volví sin prisa, parando a mi antojo, dejando en la arena la efímera huella de mis sumisos pasos.

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