Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

martes, 3 de abril de 2012

Trapoterapia

     Siempre dudo qué día de la semana es el mercadillo aquí, en La Antilla, ni si en esta fecha lo ponen como en verano, pero esta mañana salí de casa con idea de darme una vuelta por los puestos. Fui caminando por la playa, ya que el tiempo no me permite tomar el sol o darme un baño, procuro hacer todos los trayectos disfrutando del paisaje marino, del murmullo de las olas y de la caricia de la brisa en mi cara y en mis cabellos.
     Desafortunadamente, el mercadillo no estaba donde siempre. Bueno, me dije, ya que estoy aquí, voy a continuar el paseo hasta el centro comercial de Islantilla, cruzando el barrio de pescadores, por un camino que rara vez transito y que hoy estaba lleno de niños con sus padres, perros con sus dueños, ciclistas de todas las edades y corredores del asfalto.


     Caminaba sola, porque mi contrario está transitoriamente fuera de servicio para largas caminatas, además de no gustarle el plan. Así que, una foto por aquí, otra foto por allá, alargando el brazo como cuando quieres leer una noticia en la prensa sin gafas y la presbicia te dice que te cantes otra...


     Llegué por fin al centro comercial, y di una vuelta mirando los escaparates de las tiendas. "Algo cae", me dije, porque tú lo vales. El presupuesto anda escaso, hay que establecer prioridades, pero si me lo propongo, encuentro buenos chollos, y aunque la prenda no sea de mucho mérito, me doy maña para lucirla con dignidad.
     Y la encontré: un vestido muy mono a un precio adsequible para bolsillos agujereados. Y para completar el atuendo, un colgante muy fashion.
     No hay nada como darse un pequeño capricho para paliar otras carencias, sean de la índole que sean. Hice el camino de vuelta satisfecha con mis adquisiciones, silbando bajo una leve lluvia que remarcó mis rizos. Aún tuve humor para comprar algunos víveres en el supermercado que me cogía de paso, y llegué a casa casi a la hora de comer, cansada pero contenta.
     Me rehíce con un Ribera del Duero, mientras preparaba la comida para los dos, y aquí estoy, saboreando un café mientras contemplo el mar y os aburro con mis historias.


            ¡Ojalá mañana pueda sacar las mollas al sol...!

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