Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

viernes, 11 de mayo de 2012

CARTA A MC

     Querida MC:

                 hoy nos hemos encontrado, al llegar al colegio, con la fatídica noticia de tu partida. Un día aciago para todos los que hemos compartido contigo tantos años de trabajo y otras muchas convivencias ajenas a lo estrictamente escolar.

     La última ocasión que estuvimos juntas fue en Navidades, cuando las "chicas de oro" me llamaron para tomar unas cañas en el centro. Tenías un aspecto estupendo...aparentemente. Rubia, rubísima, con un envidiable bronceado que hacía resaltar el azul de tus ojos, tus largas uñas lacadas de rosa, a juego con el carmín de tus labios, las joyas precisas para dar el toque de distinción que te caracterizaba, y un cigarrillo entre tus dedos, al que dabas profundas caladas , aunque nunca te tragaste el humo. Esa es la imagen de ti que voy a recordar, porque no has querido dar facilidades para visitarte en tu enfermedad, excepto a los muy allegados.

     Ni tan siquiera aceptar lo que te estaba pasando, hablarlo con naturalidad, transmitirlo con resignación, quizás con la ingenua esperanza de pensar que si no se admite, si no se habla, no está ocurriendo. Esa venda que suele ser común en muchos enfermos, y que sirve lo mismo que al bebé que quiere esconderse y para ello se tapa los ojos.

     No por esperar el desenlace se hace más fácil. Los recuerdos que hoy afloran desde lo más  hondo de mi alma me dejan en pantalla una MC rota de dolor por su amiga insustituíble Loly, escondida en la antigua enfermería del colegio, lejos de la vista de todos. Tú, que parecías tan pétrea, tan inconmovible, deshaciéndote en lágrimas contenidas el resto del tiempo, por tu gran amiga. En aquel silencio quebrantado solo por tus sollozos me di cuenta del gran corazón que escondías en tu pecho.

     Ahora ya habrás podido abrazarla de nuevo. Ya no hay para vosotras, queridas compañeras, horarios, disgustos ni cansancio que os abrume. Para nosotros quedará el amargo sabor de vuestra ausencia, pero también el dulce regalo de todos los momentos que compartimos.

     Que te vaya bonito en tu nuevo convento. Un abrazo sincero,

                                                                                                 Maribel.


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