Nos alcanzó diciembre, que trae de su mano
el frío, y pisando sus talones la entrañable Navidad. Comienzan a brillar los
adornos en las calles y en las casas, y las luces de colores se van encendiendo
como se abren los pétalos de las flores en primavera. Esto es lo que a simple
vista se ve.
Si miramos más de cerca, podremos distinguir listas de la compra
más cortas, abrigos no tan a la última moda, mechas del pelo algo descuidadas.
Y, mirando por el telescopio, neveras semivacías, hogares sin calefacción,
niños sin juguetes nuevos, vidas sin derecho a ocio.
Ajenos a todo esto, el
buey y la mula seguirán formando parte de la letra de los villancicos que
resuenan por doquier, -hasta que se les comunique oficialmente el ERE que el
Papa les ha aplicado-, y la gente vip vestirá alta costura, comerá en
restaurantes de lujo, jugará en grandes casinos, y dormirá en sus grandes
mansiones entre sábanas de seda.
Así es nuestro mundo, un universo de
contrastes. Parejas que anhelan un hijo, y dementes que los congelan nada más
parirlos. Jubiladas que cobrarán 11.800 € mensuales, frente a los 645 €/mes de
la inmensa mayoría. Adolescentes que pierden su vida por negligencias que
podían haberse evitado y responsables de la tragedia que se relajan en un spa
sin cargos de conciencia. Y, aún con todo, si miramos hacia atrás, veremos que
el Sur también existe, y nos mira con estupefacción y con desesperanza.
Afrontemos esta Navidad bajo un prisma diferente. Algo está cambiando en las
conciencias, por pura necesidad. Seguramente este concepto es el que barajaron
los mayas para marcar el 21 de diciembre de 2.012 como fin de una era. Nos
quedan 20 días para reflexionar de una vez por todas, y dar un giro a nuestra vida. Hagamos el amor y no la
guerra.
Paz y Amor
Tu genial, como siempre!!!
ResponderEliminarPublicada en "Cartas al Director" del periódico HOY, el domingo 9 de diciembre de 2.012.
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