Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

sábado, 30 de marzo de 2013

Sábado de Gloria


A mí, por lo menos, me ha sabido a gloria. Cuando abrí el ojo esta mañana, el sol se había colado en mi habitación, y me miraba con una sonrisa burlona. Me levanté con diligencia, y en poco más de media hora me planté en la playa para dar un buen paseo. Con la marea baja, la extensión de arena es espectacular, y estaba repleta de almas ansiosas de un rayo de sol, tras una semana de cielos plomizos.


Me crucé con parejas en chándal, cogidas de la mano, muchachos jugando al fútbol, niños construyendo efímeros castillos de arena, con ayuda de palas, rastrillos y cubitos de vivos colores, perros correteando alrededor de sus amos, gente haciendo footing, mamás paseando a sus bebés en la sillita, valientes jugando con las furiosas olas, adolescentes haciéndose fotos con el móvil, despojadas de algunas prendas y poniendo morritos, señoras tumbadas sobre su propia ropa, en sujetador, intentando ligar un poco de bronce, matrimonios caminando por la orilla con los pies descalzos, portando en una mano el calzado, y chiringuitos atiborrados de conversaciones cruzadas, cervezas y tintos de verano pululando de un extremo a otro, con su correspondiente coro de camareros cantando a pleno pulmón las raciones solicitadas por los impacientes clientes.


Lástima que mañana es día de retorno. Otra Semana Santa pasada por agua. Ya lo dice el sabio refranero español: nunca llueve a gusto de todos.



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