Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

sábado, 5 de abril de 2014

Promoción 1.988/1.989


Vinieron a entregarme en mano la invitación, para las "Bodas de Plata" de su promoción, dos antiguas alumnas, una de ellas madre de dos alumnos actuales, y la otra casada con un profesor del colegio que está recién incorporado a la plantilla.





Me hizo mucha ilusión, como en años anteriores, ser una de las elegidas para acompañarlas en un día tan memorable y especial en sus vidas.


Pertenecen a ella mis dos jefas actuales: Raquel, la directora general del centro, y Rosi, directora de Infantil y Primaria. Las dos son alumnas del colegio desde muy niñas, y se hicieron cargo de mis equipos de gimnasia extraescolar cuando nació mi tercer hijo, y ya me era imposible dedicar tantas horas a mis actividades como profesora y como entrenadora. A partir de entonces comenzaron a cubrir sustituciones en horario escolar, y años después les adjudicaron clases, hasta que por fin su contrato fue indefinido. Y como valen su peso en oro, se convirtieron en las perfectas candidatas a puestos de responsabilidad, por lo que durante años se formaron para asumir los cargos que ahora ostentan. ¡Quién les iba a decir, cuando eran mis alumnas, que dos décadas después serían mis superiores...!


Tuvieron la ocurrencia, unas cuantas, de vestirse con el uniforme y pasear por las clases para refrescar los recuerdos.



Se hicieron fotos en rincones entrañables del edificio, cuyos muros albergan tantas vivencias de su niñez y su adolescencia.


Se celebró una misa en nuestra acogedora capilla, y ellas participaron con las lecturas y los cantos, con una contínua emoción contenida.


Allí mismo, en la capilla, al término de la Eucaristía, la Madre Cecilia les impuso el pin conmemorativo a cada una de las asistentes.


Nos hicimos la foto de rigor en la fachada del colegio, con el alboroto propio de unas jovencitas de 42 años... (yo casi 12 años más...)


Y de allí al restaurante, donde pudimos charlar unas con otras durante el buffet, para ponernos al día de nuestras vidas y recordar anécdotas de la etapa escolar. Ya a los postres se proyectó un power point con fotos antiguas aportadas por algunas compañeras, y las organizadoras divirtieron al grupo con juegos y ocurrencias que a todas nos hicieron pasar un rato muy agradable.


Muchas venían de puntos distantes de la geografía española, e incluso alguna, como Leticia, de Sudamérica, donde vive hace algunos años por motivos de trabajo.


Fue un día de emociones, como está mandado, y viví un momento que, para mí, fue el mejor de todo el día. Una de las alumnas de esta promoción formaba parte del equipo de gimnasia artística que yo entrenaba. Con ella cometí uno de los errores que más me ha pesado en mi carrera como docente, al menos de los que yo he sido consciente, porque vaya usted a saber cuántas meteduras de pata habré cometido sin haberme dado ni cuenta. Estaba compitiendo en salto, y tenía que hacer paloma; pero tras la carrera y el impulso en el trampolín, se quedó pinchada y no saltó.


A mí, que era muy joven, muy exigente y muy competitiva, me sentó fatal, y se me escapó un ¡idiota! que nunca debí haber dicho. Me arrepentí inmediatamente, pero nunca se lo dije. Se me acercó cuando ya estaban todas con las copitas, para decirme lo bien que me encontraba. No habíamos vuelto a vernos desde que terminó sus estudios en el colegio. Me dijo que es profesora de secundaria, que está casada, con dos hijos, y vi que era la ocasión perfecta y probablemente irrepetible para pedirle perdón por mi actitud de aquel lejano día, que ha sido para mí una espinita clavada en el corazón durante todos estos años. Cuando empecé a recordarle la historia comenzaron a brillarle los ojos, unos preciosos e inmensos ojos azules que se anegaron de lágrimas. Se disculpaba diciendo: "te fallé, le fallé al equipo...". Nos abrazamos una y otra vez, le pedí perdón, y no solo me perdonó, sino que me decía lo importante que yo he sido en su vida, que siempre se ha acordado de mí. Después de aquel inolvidable momento, que llevaré para siempre grabado en mi corazón, me despedí del grupo y me retiré, para dejar que terminaran de celebrar sus "bodas de plata" a su manera.


¡Mil gracias, queridas alumnas, por haberme hecho partícipe de vuestro reencuentro! 

                                       ¡Que sigáis tan estupendas!

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