Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

lunes, 1 de septiembre de 2014

SEPTEMBER


Ea, pasamos página de agosto. Septiembre se nos ha instalado desde primera hora, a horcajadas, sin pudor alguno.


Llegué anoche a casa a las 23:00 h., apurando al máximo los minutos en mi retiro, porque esta mañana ya me he incorporado a trabajar.
Cuando llegué, tras los abrazos y los besos a mis hijos, que no los veía hacía tanto, hice una inspección visual rápida e inevitable, por más que lucho con mis impulsos, en primer lugar a la cocina y al baño, y no me salió el clásico suspiro seguido de “hogar, dulce hogar”. Se me escapó irremediablemente aquella otra conocida frase: “Señor, Señor, ¿por qué me has abandonado…?”

 

Hoy, tras la jornada light, todo hay que decirlo, en el colegio, con saludos, besos y elogios al descansado aspecto, aparte de asistir al claustro del profesorado y  posterior reunión de etapa, la vuelta a casa la hice, como de costumbre, con el paso obligado por el supermercado para hacer acopio de los más elementales víveres, y ocupar la nevera que encontré con telarañas, descargué las bolsas y me dispuse a preparar la comida. Tras una sobremesa familiar distendida, comencé con el zafarrancho de combate, escoba, bayetas de todas las formas y colores y fregona en mano, que ha durado varias horas, y lo que te rondaré morena. Hoy he recitado, entre resoplidos, lo de “mon Dieu, mon Dieu, je suis très fatiguée…

 

Pero que nos quiten lo bailado: a mis hijos, porque han tenido, para ellos y sus amistades, todas las instalaciones necesarias para estar a sus anchas sin echar de menos mis regañinas y mis llamadas al orden; y a mí, que me he resarcido de mis días de “chica para todo”, para todos, y sin límite de horario, días a los que ahora vuelvo con energía suficiente hasta el siguiente retiro. 


De mi marido, santo varón, nada que objetar, que los últimos días de agosto ha estado a diario pendiente de su trabajo, de sus vástagos y de unas mínimas faenas domésticas, y los fines de semana viajaba a mi encuentro para hacer más llevadera la ausencia del uno por el otro, y dedicarme sus atenciones y sus arrumacos.


                         No somos nadie.

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