Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

jueves, 11 de junio de 2015

Carrera de resistencia



        
Cuando alguien hace leña del árbol caído, merece arder en las llamas del infierno entre terribles sufrimientos, como diría Recio, el que siempre se presenta diciendo: “soy mayorista, no limpio pescado”. Lástima que no me enseñaron a odiar, o falté a clase el día que explicaron esa lección. Sé amar a los míos, y cuando sufren soy presa de una angustia asfixiante, que me impide encontrar solución al problema. Si supiera odiar, desearía castigos insoportables para quien es objeto de mis rencores, pero seguidamente pienso que, tras su pecado, lleva su penitencia. Que a todo cerdo –o cerda- le llega su S. Martín, y que ojalá pruebe de su propia medicina. Que también la indiferencia puede aliviar las penas, e incluso exasperar al contrario. 


Amigas mías que han hecho el máster de “Vengativas Anónimas”, me sugieren algunas maniobras maquiavélicas que yo bien podría poner en práctica con los que hacen sufrir a algunos de mis seres queridos, pero me falta la dosis necesaria de ira y mala leche para llevarlas a cabo, porque esa ira se ha transformado en profunda decepción, una decepción paralizante que me incapacita. Pero tiempo al tiempo, que en peores plazas he toreado, y sin muleta.
A esas personas cuyo mundo gira a su alrededor, y solo a su alrededor, en una especie de espiral de egoísmo, materialismo y egocentrismo, solo les deseo que se alejen de mi vida y la de los míos, que encuentren sus sueños en la estratosfera, o en una galaxia desconocida, porque son sueños de altos vuelos. Definitivamente, es una suerte que se pierdan para siempre, cuanto más lejos mejor, aunque en un primer momento no sepamos apreciarlo.
La vida es una carrera de resistencia, en la que muchos corredores se quedan por el camino, y solo unos pocos llegan a su meta. Y aunque en algunos tramos haya que ir apartando las piedras o sorteando obstáculos, no hay mejor objetivo que ir recogiendo flores de las orillas, mientras vas tarareando una canción con alegría.


                                                ¡Anda y que te ondulen!


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