Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

miércoles, 1 de julio de 2015

“Un perro en apuros” (Cuentino)



          “Un perro en apuros”
                  (Cuentino)

En verano, a Blaky se lo llevaba su familia a la playa. El trayecto en coche no le gustaba, pero una vez instalados en aquel pintoresco pueblecito costero, disfrutaba de los pequeños de la casa, jugando con ellos a la orilla del mar, y remojándose alegremente  entre las olas que iban y venían de manera insistente, mientras él les ladraba con entusiasmo.
A los pocos días, le llevaron de excursión. Habían alquilado una estupenda embarcación, con la que navegaron mar adentro. Blaky se colocó en la popa, ensimismado mirando la estela blanca que quedaba como rastro el barquito en su camino, mientras la familia tomaba un refresco alrededor del timón. Algo hizo zozobrar la nave, hasta el punto que el perrito cayó al agua sin que nadie se percatase del suceso. Ladró, pero nadie le escuchó. Nadó y nadó con perseverancia, pero cada segundo el barco se alejaba más y más de él. Se sintió perdido y las fuerzas comenzaron a fallarle. Tragaba agua, pero seguía intentando alcanzar el barco, que continuaba su rumbo ajeno a la desgracia del animalito.


Desde el fondo del mar, un tiburón acechaba a su presa, seguro de su superioridad. Pero alguien más asistía a la escena presagiando un desenlace fatal si no intervenía inmediatamente: era Flippy, un delfín muy bondadoso que vivía en aquella zona. 



No se lo pensó dos veces, y cuando el tiburón a punto estaba de dar un bocado al pobre perrito, el delfín le alcanzó y chocó contra él para desviar su trayectoria. Mientras el temible dientudo se recomponía del inesperado golpe, Flippy se colocó debajo de Blaky para subirle en su lomo, y echó a nadar como alma que lleva el diablo, para alejarle del peligro. Así, agarrado a su aleta dorsal, alcanzó de nuevo el barco del que había caído al mar, y su héroe le volvió a subir a la popa, con un preciso movimiento. 


Blaky se sacudió enérgicamente el agua de su cuerpo, y seguidamente levantó su patita delantera, a modo de despedida a su salvador. Flippy le obsequió con una original pirueta sobre el agua, mientras se alejaba. Entonces fue cuando los niños le descubrieron, y le empezaron a saludar desde la cubierta, entre risas nerviosas y caras de sorpresa. No podían imaginar la aventura que acababa de vivir su mascota, que ahora movía la colita y ladraba agradecida, sintiéndose a salvo. 




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