SILENCIO AZUL
(“Estampas” –
XVI)
Nos vemos a hurtadillas, cuando
todos
duermen o están lejos, al abrigo
de
tiempos muertos.
Una muralla de obstáculos
dificulta nuestros encuentros.
Cuando por fin nos fundimos
en un estrecho abrazo,
me abandono en su regazo.
Escucho con atención sus
reflexiones,
y es él quien ordena mis
pensamientos y
prioriza mis recuerdos, entre
arpegios
de melancolía.
Le busco en el laberinto de las
horas,
le añoro en mis catacumbas de
confusión,
suspiro en secreto por su cálido
aliento en mis níveas sienes.
Evoca
mis más íntimas emociones,
consigue
reavivar sentimientos olvidados,
enmascarar mis fracasos,
y me regala ramos de versos y
rosarios de palabras moribundas.
Mi amante secreto en mis días de
neblina y de ausencias y en mis
noches
de vigilia y de penumbra en el
lecho.
Amo este silencio azul que
recorre
mis sentidos cada agosto,
haciendo
de septiembre un arcoíris de
ilusiones
por el que deslizo mi alma hasta
un nuevo círculo, en esta
continua
espiral de la existencia
por la que vagamos hacia
misteriosos fondos abisales.
Amo este silencio azul que acaba
por
amansar mis neuronas,
este silencio azul que termina
por
poseerme como un amante secreto.
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