Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

miércoles, 19 de octubre de 2016

La era de Vito



A los que vivimos nuestra adolescencia en la España del “Cuéntame”, nos educaron entre  tabúes que aquella sociedad nos inyectaba directamente en vena. Y el sexo era el tabú por excelencia, el pecado más denigrante y más vejatorio, sobre todo para las  féminas. Porque si un muchacho era un picaflor, ése era un machote. Pero, ¡ay, de aquella moza algo ligera de cascos…!. Una fresca y una desvergonzada. Lo peor que podía pasarle a una soltera era tener fama de habérsela repasado unos y otros. 

 
En mi pueblo, Santa Marta de los Barros, las parejas iban a la era de Vito, ubicada en las afueras, en la carretera de Badajoz,  para apaciguar la constante revolución de hormonas y feromonas. Y, como en todo pueblo que se precie, al día siguiente la noticia era de dominio público. 
En el pueblo de mi marido, Montijo, el nido de amor estaba tras los setos del parque, lugar poco recomendable cuando el cura, linterna en mano, sorprendía a los tortolitos en acto de servicio. 


En la capital, los campos, ya estuviesen sembrados de lechugas o de melones, constituían el refugio ideal  para aparcar lo mismo un 600 que un Simca 1000, en cuyo interior, y a pesar de la dificultad, se  podían  desatar las pasiones reprimidas.
Esto ya es historia. En lo que a Cupido se refiere, corren nuevos tiempos, afortunadamente. Hoy en día, con la que está cayendo, nos ocupan asuntos más apremiantes. Paz y Amor. 



 

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