Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

jueves, 13 de octubre de 2016

Nobel in the wind




Bob Dylan es el nuevo Premio Nobel de Literatura de este caluroso 2016. Como músico, Dylan me parece uno de los grandes, pero no acabo de comprender que la Academia Sueca le conceda el premio más importante del mundo a sus méritos literarios, habiendo escritores de reconocido prestigio por cualquier parte del globo.  Miro el calendario con incredulidad para confirmar que no es el día de los Santos Inocentes, y corroboro que no. Me viene a la memoria que en una ocasión colgaron en una exposición de arte moderno una obra abstracta realizada por alumnos de infantil, camuflada entre las pinturas de autores consagrados. Las personas entrevistadas “vieron” en aquellos trazos traumas sexuales, conflictos de identidad, y otras paranoias absurdas en absoluto achacables a los niños que pintaron inocentemente aquel lienzo. Esta experiencia podría extrapolarse a este asunto, y a mí no me van a hacer comulgar con ruedas de molino. En modo alguno son comparables las letras de las canciones de Dylan, siendo muy buenas, con el conjunto de obras de otros premios Nobel, como: Mario Vargas Llosa (2010), José Saramago (1998), Camilo José Cela (1989), Gabriel García Márquez (1982), Vicente Aleixandre (1977), Pablo Neruda (1971), Juan Ramón Jiménez (1956), Hermann Hesse (1946), Jacinto Benavente (1922), Rabindranath Tagore (1913), y así hasta más de 100 malabaristas de la palabra. Habrá quien esté a favor de esta designación y habrá detractores, como yo, que de todo tiene que haber en la viña.




Pienso, luego opino

“Sí. ¿Y cuántas veces puede un hombre girar la cabeza fingiendo que simplemente no ve? La respuesta, amigo mío, está en el viento”.

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