Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

lunes, 30 de enero de 2017

33º Vuelta al Baluarte 2017


Otro año más he podido disfrutar de correr, como otras dos mil personas, la carrera más emblemática de la ciudad pacense: la Vuelta al Baluarte, en su edición trigésimo tercera.


Recogí mi dorsal el viernes, con su chip en la parte posterior, gracias al cual no caben errores en el cronometraje de ningún participante.


Llegué con tiempo de respirar el ambiente en las traseras de Correos, puesto que este año la cabeza de la carrera estaba en la fachada del Museo del Carnaval.


Calenté un poquito aprovechando el mobiliario urbano.


Y ¡a correr! Dos vueltas al circuito, a mi ritmo, mientras Mane me esperaba con mi abrigo y mi mochila.

 
Mi reto es siempre el mismo: llegar a meta sin parar de correr en ningún momento y disfrutar del recorrido. Misión cumplida. Una distancia de 7.100 metros, que muchos han abandonado sin terminar, los he visto yo, siendo mucho más jóvenes, por lo que me resulta muy gratificante el esfuerzo que me ha costado superar mis limitaciones.

                 
                Pues, ¡hasta el año que viene!

 







domingo, 29 de enero de 2017

Una gran lección



Es difícil para un niño gestionar sus impulsos al término de una competición o de un partido, sea de lo que sea, tanto si gana como si pierde. Lo más habitual es que se dejen llevar por la rabia o la impotencia ante la frustración, o por la soberbia y la prepotencia ante el éxito. Por más que los maestros intentemos inculcarles valores como la humildad, la generosidad, la aceptación de sus limitaciones, la cabra siempre tira al monte, y llegado el momento cometen los mismos errores. 




Tal vez por eso he pensado en mis alumnos cuando he escuchado las noticias sobre el Open de Australia. La final, entre los dos grandes tenistas Nadal y Federer es, en sí misma, una lección ejemplar de lo que quiero que aprendan todos los niños en edad escolar. Ha sido un partido de gran desgaste físico, muy igualado, que cualquiera de los dos habría podido y merecido ganar. Se ha proclamado campeón Federer, a sus 35 años, que lejos de vanagloriarse por su victoria, le quitó importancia para dársela a su rival en la pista. Y Nadal, de 30 años, abatido por el cansancio, supo aceptar la derrota con la deportividad que le caracteriza, asegurando que su contrario ha sido mejor, pero que luchará para volver a ganar el trofeo en el futuro. Esa es la actitud. Los admiro -¡quién no…!- y tienen que ser un referente para los jóvenes. Han dado, sin duda, una gran lección.



jueves, 19 de enero de 2017

Carpintero a domicilio



En una casa siempre hay huecos manifiestamente aprovechables, y enseres para guardar. Pero también es verdad que los “artistas” de cualquier índole (albañiles, carpinteros, electricistas, técnicos de todo tipo…) no son asequibles a todos los bolsillos en la mayoría de las ocasiones, siempre hay necesidades más urgentes en la lista de prioridades. 


Puedo presumir y presumo de estar casada con un manitas. Lo que no sabe, lo averigua, y se pone manos a la obra en menos que pía un pollo. Planifica, compra los materiales, proyecta y ejecuta.
 

La primera obra de carpintería que se propuso fue “vestir” la parte baja de una estantería de ladrillo, poniéndole dos puertas, un cajón para cubertería y unas baldas.


Trajo a casa unas tablas de madera que él mismo cortó, lijó, envejeció y barnizó, hasta quedarlas como si fueran antiguas. Incluso el diseño ornamental es de su cosecha, además de los complementos de tachuelas de forja y tiradores, que compaginan muy bien con el resto del mobiliario. 


El cajón abre y cierra con fluidez, gracias al sofisticado mecanismo, propio de un carpintero profesional más que de un aficionado, y las puertas llevan un imán que las abre y cierra a la perfección.


El resultado es inmejorable para mi gusto. Ha cubierto un hueco, pero quedan otros tres… Espero que termine su obra con el tiempo y una caña.


Y como la adrenalina que aporta la satisfacción de lo bien hecho es adictiva, se embarcó en otro proyecto de carpintería más ambicioso: un gran mueble bajo para la cocina. 


Vuelta a empezar: comprar tablas, hacer los dibujos con cada detalle, y desparramar por el suelo todo lo necesario para tenerlo a mano, el tiempo que haga falta, que es lo único que no estaba calculado, por aquello de los imprevistos y que a un artista no hay que presionarlo ni estresarlo.


El resultado ha sorprendido gratamente a propios y extraños, y a decir verdad, mi marido me sigue sorprendiendo después de cuatro décadas por la misma senda. El mueble tiene todo tipo de detalles, tanto por dentro como por fuera. Y si no me creéis, juzgad vosotros mismos por las fotos.


Ahora está inmerso en el papel de albañil: dice que le apetecía poner ladrillos, después de toda una vida dirigiendo obras. Pero esto merece un capítulo aparte, cuando remate su nueva ocurrencia.


                                 ¡Saludos!