Este es mi espacio, mi pequeña parcela de libertad, mi válvula de escape, mi cofre de sentimientos, mi retiro, mi confesionario, el escondite de mis rebeliones, el escaparate de mi alma.

miércoles, 10 de mayo de 2017

Madres



¿Cómo poder describir una sensación tan mágica? 
Algo en el interior perturba el conocimiento y el normal desarrollo de las funciones orgánicas: una partícula sospechosa, viajando al libre albedrío, sin pasaporte ni visado, acomodándose para unas aburguesadas vacaciones de nueve meses en un paradisíaco habitáculo, equipado con la más alta tecnología. Está ahí, escalando posiciones, fortaleciéndose por momentos, ganando protagonismo y tamaño. 
A medida que transcurre el tiempo y la piel parece que va a sucumbir al obligado estiramiento, todavía se antoja más fantástico todo el proceso: un pie que empuja, un codo que asoma, brincos que denotan un incordiante y persistente hipo… Se agolpan los interrogantes en el saco de la ansiedad hasta el final del proceso, cuando una entra “en faena”. Entonces todas las energías son pocas para ayudar al “milagro” a apearse en la última estación. Y hay que desalojar el vagón. ¡Qué esfuerzo tan sobrenatural supone ser agente activo del misterio de la vida! Para el que viene y para quien le trae de la mano, o a empujones... 
Es magia, milagro, bendición, expectación, orgullo, incredulidad, ternura, satisfacción, descanso, emoción.  No hay nada parecido al privilegio de ser madre. NADA. Es inexplicable, indescriptible, maravillosamente incomparable a ninguna otra cosa. 
Vosotras, las que sois madres, podéis confirmarlo conmigo.




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